SECUESTRO

 

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CONSECUENCIAS

 

LA ADAPTACIÓN 

Durante este periodo se dan dos procesos: la adaptación del secuestrado a la vida que llevaba antes del secuestro y a diversos cambios externos que realizó la familia y la adaptación del sistema familiar a los efectos del secuestro en su estructura y funcionamiento.

El secuestrado tuvo que adaptarse a condiciones de vida más simples durante su cautiverio, perdió el contacto con los avances tecnológicos y convivió con personas que tienen normas culturales diferentes. La familia tiene que reintegrarlo a la vida cotidiana; familiarizarlo con los cambios ocurridos y ayudarlo a recuperar las destrezas o la manera de comportarse que se han olvidado parcialmente.

Los secuestrados describen esta vivencia como un proceso de resocialización en el cual, por ejemplo, tienen que acostumbrarse a la presencia de celulares en la casa, adaptarse de nuevo a una rutina de trabajo o volverse a acostumbrar a conversar sin utilizar palabras soeces.

En general, a las familias no les cuesta trabajo apoyar a su ser querido en este proceso de resocialización. En contraste, sí es más difícil reconstruir la estructura familiar en aspectos tales como la intimidad, las relaciones entre losmiembros, los roles y tomar decisiones con respecto a la forma como van a seguir la vida después del secuestro.

La familia y el secuestrado vivieron experiencias paralelas pero distintas, ahora se reencuentran y descubren que es necesario conocerse de nuevo. La separación vivida durante el secuestro interrumpe las relaciones que había entre sus miembros pues cada uno realizó procesos diferentes y experimentó cambios de acuerdo con su vivencia. La familia entonces enfrenta la necesidad de reconstruir su intimidad, de aprender a convivir de nuevo y de establecer nuevas pautas de relación. La esposa de Juan nos relata como fue su vivencia al volver a vivir con él: “Viene uno pues caminando, como sea, chueco o derecho pero juntos, ¿no? Y llega el momento que ¡Pum. Lo separan a uno! Y uno vive una cosa, el otro vive otra cosa, entonces uno crece en algo, el otro en otra cosa... También uno decrece en otros, puede decirse entre comillas, el otro en otras. Y volver a unirse...Que todo ese período es como de volverse a conocer, de volverse a encontrar, de intercambios de experiencias, de crecimientos, de lo que hablamos ahorita, de cambio de visión del mundo, de la vida, de todo...”

Frecuentemente durante el cautiverio uno de los miembros de la familia asume el rol de la persona secuestrada y cuando ésta regresa necesitan decidir si asumirá de nuevo su rol o si la que lo está ejerciendo continuará haciéndolo.

Esto puede generar conflictos; en algunos casos el secuestrado no quiere volver a asumir el rol, pero el resto de la familia teme que esto sea un indicio de deterioro producido por el secuestro y, por lo tanto, presiona para que lo asuma.

En la familia Pérez, Julia - la esposa – asumió la responsabilidad del negocio familiar; cuando José regresó a él le pareció que ella lo hacía muy bien y no quiso reasumir esta responsabilidad, pero ahora Julia se siente sobrecargada y además teme que su esposo ya no quiera volver a ser productivo. En cambio, en la familia Gutiérrez ocurrió lo contrario, Luis llegó con la intención de retomar las cosas en su familia como siempre habían sido, sin reconocer los cambios que efectuaron sus miembros y la imposibilidad de pasar por alto lo sucedido. María descubrió que ella era capaz de tomar decisiones y ejercer la autoridad por sí misma durante el cautiverio de Luis; ahora ambos chocan porque él no está teniendo en cuenta el desarrollo de María y está desconociendo lo que hizo durante su ausencia.

Los conflictos que pueden surgir a raíz del desajuste en los roles son comprensibles pues están experimentando una nueva forma de hacer las cosas en el sistema familiar. Es importante reconocer la tensión y desarrollar nuevos acuerdos familiares que permitan incorporar los desarrollos que cada uno tuvo durante el cautiverio.

Otra parte fundamental de este proceso de adaptación es la toma de decisiones. Los efectos del secuestro en el sistema familiar y en la forma de vida de sus miembros, necesariamente plantean la necesidad de tomar decisiones acerca de lo que se hará en el futuro. Generalmente entra en duda el permanecer en el lugar donde ocurrió el secuestro y se plantea la posibilidad de trasladarse a un lugar que inspire una mayor sensación de seguridad. Algunas familias prefieren quedarse y tomar medidas que les permitan manejar su vulnerabilidad y otras optan por trasladarse.

Tomar la decisión de irse implica un cambio grande en la vida de la familia y por esta razón es recomendable pensarlo muy bien antes de hacerlo.

Muchas veces la angustia de permanecer en un lugar que se ha vuelto inseguro y amenazante conduce a optar  por salir huyendo sin considerar todas las consecuencias que trae un desplazamiento.

Es importante prepararse para los cambios que traerá el traslado y mantener expectativas realistas sobre las oportunidades que ofrecen otros lugares. Además hay que tener en mente que el hecho de abandonar el lugar que nos maltrató no significa dejar los sentimientos negativos que esto generó. El hecho de irnos no garantiza que la angustia, el temor y la rabia se queden donde surgieron, probablemente vamos a cargar con estos sentimientos al lugar donde nos traslademos. Lo que sentimos está dentro de nosotros y precisa ser trabajado en nuestro interior y no en el exterior.

¿SE LOGRÓ SUPERAR EL SECUESTRO? 

Las familias consideran que han superado el secuestro cuando han podido aceptarlo y asimilarlo como una experiencia más que queda en la vida y que se puede recordar sin sentir tristeza o angustia. Han recuperado la sensación de seguridad y algunas se sienten hasta preparadas para enfrentar una situación semejante si se vuelve a presentar. Estas familias han sido capaces de capitalizar esta experiencia al tornarla en algo que les aportó cosas nuevas, tanto personal como familiarmente.

En contraste, las familias que sienten que no han superado el secuestro aún conservan el temor de que suceda de nuevo. Vigilan constantemente el entorno y encuentran amenazas en todas partes. Además, recordar el secuestro les produce dolor y por esto encuentran preferible no hablar, ni pensar en esto. Es como una herida que no cicatriza y cualquier contacto con ella revive el dolor que produjo inicialmente. La vida ha perdido el sentido que tenía antes y es difícil encontrar perspectivas acerca de la forma como puede reconstruirse de nuevo. Así expresa David esta sensación:

“Uno podría significarlo como cuando tiene uno un pelón …  queda uno como, de todas formas como con un pelón en el que uno es mucho más sensible a todas esas cosas que pasan… y pienso que en esto puede haber un poquito de tendencia a la depresión”.

El secuestro es una experiencia que deja huella a pesar de haberlo superado o no. Ninguna familia dijo que fuera posible olvidar lo ocurrido, la marca de lo vivido queda de por vida. Para los que lo superaron esta huella se vuelve neutral; pueden recordar sin sentir tristeza o angustia. La huella de aquellos que no lo han superado es una herida abierta que continúa produciendo dolor y en muchos casos, quedan atrapados en la posición de víctimas.

Algunos buscan una retribución o una compensación que les borre el hecho de haber sido victimizados y maltratados; otros asumen una posición de protagonismo buscando una atención constante que parece nunca llenar el vacío que ha dejado la incapacidad de asumir que en un momento dado se fue vulnerable e incapaz. Es importante recordar que no se puede retroceder el tiempo y lo sucedido hay que asumirlo como algo que pasó reparando los daños que ocasionó sin que por ello nos convirtamos en víctimas perpetuas o evitemos sistemáticamente admitir que alguna vez lo fuimos.

EFECTOS PSICOLÓGICOS Y FAMILIARES DEL SECUESTRO EN COLOMBIA

Efectos Psicológicos

Como lo muestra la Tabla, el cautiverio es un período crítico en el cual se disparan una serie de síntomas psicológicos, algunos de estos disminuyen después de la liberación mientras que otros se mantienen:

CAUTIVERIO POST - CAUTIVERIO 

  • Ansiedad Fóbica: Temores frente a estímulos y situaciones que no son realmente amenazantes y terminan por dificultar la adaptación a la vida diaria.

  • Obsesión-Compulsión: Presencia de pensamientos recurrentes que se nos vienen sin control y sin que deseemos pensar en ello; ejecución de acciones y rituales una y otra vez.

  • Depresión: Ausencia de entusiasmo por la vida y sensación constante de dolor o tristeza; carencia de algo que nos motive.

  • Síntomas Psicóticos: En estos casos hacen referencia a la tendencia a retraerse y aislarse en un mundo propio.

  • Problemas Psicosomáticos: Problemas de salud tales como gastritis, dolor de cabeza, asma, etc. generados por tensión o problemas psicológicos.

  • Ansiedad Generalizada: Sensación de zozobra en la que no podemos identificar claramente lo que nos angustia.

  • Paranoia-Hipervigilancia: Sensación constante de que nos persiguen.

Efectos Familiares

En la mayoría de los casos el secuestro tiene un efecto positivo en las relaciones familiares, mejora la comunicación y aumenta el compromiso de los miembros en tanto que la familia se convierte en el único medio seguro y confiable.

Para el 46.3% de las familias el secuestro propicia un reencuentro y la posibilidad de mejorar las relaciones familiares, logrando un mayor respeto y aceptación del otro. Por el contrario, el 24.1 % de las familias terminan en conflicto constante y como dijimos anteriormente, en algunos casos suscitado por culpabilizaciones mutuas mientras que en otros es simplemente la expresión de una rabia latente que no se ha podido canalizar adecuadamente.

La tendencia a generar relaciones de sobreprotección es otra de las consecuencias familiares más frecuentemente observadas después de un secuestro.

Consecuencias Familiares Antes y Después del Secuestro

 Porcentaje de Familias

Efectos En un efecto positivo en las relaciones familiares, mejora la comunicación y aumenta el compromiso de los miembros en tanto que la familia se convierte en el único medio seguro y confiable.

Para el 46.3% de las familias el secuestro propicia un reencuentro y la posibilidad de mejorar las relaciones familiares, logrando un mayor respeto y aceptación del otro. Por el como anteriormente, en algunos casos suscitado por culpabilizaciones mutuas mientras que en otros es simplemente la expresión de una rabia latente que no se ha podido canalizar adecuadamente.

La tendencia a generar relaciones de sobreprotección es otra de las consecuencias familiares más frecuentemente observadas después de un secuestro.

El Primer Año después de la Liberación 

Inmediatamente después de la liberación pueden aparecer temores y recuerdos constantes de lo sucedido que tienden a ir desapareciendo a medida que se retoma la vida normal. Los primeros tres meses son de calma y felicidad y pareciera como si el secuestro hubiera quedado en el pasado. Sin embargo, entre los 5 y los 8 meses aparecen muchos de los síntomas psicológicos ya mencionados y las dificultades familiares se exacerban, haciendo de este un período crítico en el proceso de readaptación familiar posterior al secuestro. En algunos casos esta crisis tiende a ceder pero en la mayoría se mantiene haciendo necesaria la búsqueda de una ayuda psicológica y familiar que permita procesar adecuadamente lo sucedido.

Las Consecuencias Sutiles

Un fenómeno extremo como el secuestro conduce a las personas a dirigir su mirada hacia lo que creen y valoran y, en ocasiones, redefinirlas. Sufrir la incertidumbre de la espera de una persona amada, pensar en la posibilidad que muera y tener la oportunidad de verla de nuevo en casa es vivido como un morir y resucitar que moviliza a la familia a re – descubrir y valorar en mayor medida la vida, el amor a la familia y la libertad. Es una oportunidad que da la vida para replantear metas que antes parecían fundamentales, tales como dedicar la mayor parte del tiempo a trabajar y a producir económicamente, reemplazándolas por una mayor dedicación a la familia, al desarrollo de los hijos, a la espiritualidad y al goce de las cosas sencillas de la vida que frecuentemente nos pasan desapercibidas.

No obstante, el secuestro también confronta con un entorno inseguro y amenazante. Ver que otro ser humano es capaz de privar a sus semejantes de la libertad para exigir dinero a cambio genera desconcierto frente al país y a los valores que nos caracterizan como colombianos.

Además, descubrirse desprotegido por un Estado que no alcanza a controlar el fenómeno del secuestro decepciona y reduce la confianza frente a las instituciones y a la aplicación de justicia; pero la confianza no sólo se deteriora en este ámbito, en general, se pierde la confianza en los demás. La familia termina encerrándose en un círculo restringido de familiares y amigos cercanos y bloqueando el contacto con el exterior. La falta de confianza en los demás, en las instituciones y en el entorno trae consigo la sensación de estar encarcelados por el temor. Ya no es posible caminar libremente, salir de la ciudad, visitar la finca; además hay que tener cuidado con lo que se dice y a quien se dirige.

La libertad, la posibilidad de ser y expresarse quedan restringidas.

El secuestro también desvirtúa las creencias más íntimas de los seres humanos que les permiten conectarse con el entorno y con los demás. La posibilidad de relacionarnos libremente está dada por cosas que suponemos tales como que las personas y nosotros en general somos buenos y no buscamos hacer daño, que podemos proyectarnos en el futuro y confiar, tanto en los demás como en nuestras capacidades. El secuestro pone todo esto en duda. Para quienes consideraban el mundo como totalmente bueno, totalmente confiable y predecible y en él que no había cabida para la maldad o nunca serían víctimas de ella, esta confrontación es mucho mayor y más caótica; genera la sensación de haber perdido un terreno firme sobre el cual caminar y sostenerse. Por el contrario, para quienes veían el mundo y a sí mismos en términos más flexibles y menos extremistas les es más fácil asimilar lo ocurrido y el hecho de haber sido víctimas.

Asimilar una experiencia traumática como esta puede ser una oportunidad para reestructurar estas creencias haciéndolas más flexibles admitiendo la presencia de lo positivo y lo negativo, de lo bueno y lo malo, del control y del descontrol, de la certeza y la incertidumbre. Esta ampliación da cabida a una visión más realista e integrada de sí mismo, los demás y el mundo.

CUANDO ES RECOMENDABLE UNA AYUDA PSICOLÓGICA

1. Cuando la familia queda atrapada en círculos repetitivos de conflicto que ella misma no logra ya comprender ni resolver.

2. Cuando alguno de los síntomas descritos se presenta de manera muy frecuente e impide que llevemos una vida normal.

3. Cuando no podemos hablar con tranquilidad del secuestro.

4. Cuando hemos quedado bloqueados emocionalmente.

PARA REFLEXIONAR

Con la aparición de las pescas milagrosas el secuestro ha dejado de ser un evento que afecta a sólo unos pocos con poder político o dinero. Como se dice comúnmente, en Colombia todos somos secuestrables. La presencia constante de este delito cada vez más extendido y por desgracia, al que pareciera que nos estamos acostumbrando, tiene efectos más allá de las víctimas directas, secuestrados y familiares. Podría hablarse en términos de un trauma psico-social, es la psique misma de una colectividad la que está siendo continuamente traumatizada generando en ella terror e impotencia.

Como la mayoría de los que participaron en esta investigación, los colombianos sentimos que el secuestro es algo frente a lo que no podemos tener control alguno; lo atribuimos a fallas del gobierno o del Estado, a la guerrilla o a la descomposición social sin que podamos visualizar en ninguna de estas explicaciones nuestra posibilidad de participación en la búsqueda de soluciones. Ante esta situación nos preguntamos si no será que todos los colombianos estamos sufriendo las consecuencias del trauma crónico a través del contacto casi diario con una violencia social ante la que nos sentimos  totalmente impotentes ¿Será que nos hemos vuelto indiferentes o simplemente que nos hemos anestesiado emocionalmente para evitar sentir todo el dolor, la rabia y la impotencia? ¿Nos habremos encerrado cada vez más en nuestros pequeños círculos para protegernos de un medio amenazante rompiendo así con las redes sociales que conforman una sociedad? ¿Ante la magnitud del problema habremos dejado de pensar en alternativas de solución? ¿Estaremos esperando que alguien nos salve milagrosamente? Los efectos psicológicos del secuestro van más allá de quienes lo sufren, es el deterioro paulatino de una sociedad encerrada por el miedo y limitada en su capacidad creativa, dedicando toda su fuerza y energía en defenderse del horror que diariamente nos acompaña y pensando solo en la supervivencia personal o de nuestro medio social inmediato, perdiendo de vista el desarrollo del bienestar social de toda la comunidad y del país. ¿Hasta cuándo seguiremos simplemente sobreviviendo y defendiéndonos sin reaccionar constructivamente?

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Friday, 14 de September de 2001