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EL DUELO
Los seres humanos, como parte del proceso de crecimiento y desarrollo, tienen que enfrentar diversas situaciones que implican pérdidas y separaciones. Como parte del proceso de la vida tienen que enfrentar al único hecho universal y cierto de este proceso, que es la muerte. La forma como se enfrentan estas pérdidas y separaciones, es lo que se llama proceso de duelo (Meluk, 1998). La no-elaboración del duelo a nivel individual puede tener repercusiones sociales, psicológicas y emocionales. En el ámbito grupal las consecuencias pueden alimentar angustias, impotencias o rabias colectivas; que, al carecer de medios de expresión, terminan canalizándose o bien quedando en la memoria repetitiva y no procesada de la venganza, en la internalización del odio, en la construcción de ideologías de exterminio, o bien en la autodestrucción. De ésta manera, cuando las sociedades atraviesan por periodos prolongados de violencia y conflicto intenso, durante los cuales las posibilidades de elaboración del duelo son mínimas, estas angustias, rabias y venganzas colectivas se convierten en un sedimento emocional y social, que alimenta sus acciones y respuestas mientras perpetúa el accionar violento y reafirma las ideologías que le sustentan. En consecuencia, el tejido social se debilita cada vez más y el impacto psicológico, social y cultural sobre los individuos y las sociedades aumenta, Riaño (citado por Cepeda y Girón, 1998). Jaramillo (1998), considera que el duelo, como proceso que es, tiene que recorrer y superar una serie de etapas que en el caso de situaciones de violencia son: 1. Negación: La persona entra en un estado de embotamiento, se rehúsa a creer que la pérdida se haya dado, cree que todo está bien y que probablemente lo que ha pasado es una equivocación. 2. Rabia o protesta: La persona se torna irritable, siente rabia y frustración contra ella misma, contra quien murió, contra familiares, amigos, la sociedad, el Estado y Dios. Se pregunta insistentemente "por qué me tenía que pasar esto a mí". Está, además, a la búsqueda de posibles errores cometidos o se generan sentimientos de culpa por no haber hecho lo suficiente. 3. Búsqueda, negociación y tristeza: En esta fase la persona reclama frecuentemente aquello que perdió o desea reunirse con la persona que murió y vienen entonces ideas de muerte y suicidio. Sueña con la persona fallecida y en ocasiones puede tener alucinaciones. Intenta negociar con su familia, sus amigos o con Dios, o hace promesas para tratar de tener nuevamente aquello que se perdió. Hay una gran sensación de soledad, tristeza, temor y se tienen dificultades para comer y dormir. 4. Aceptación y reorganización: Finalmente la persona acepta el hecho irremediable de la pérdida, es capaz de hablar más tranquilamente acerca de esa pérdida y, finalmente, se adapta a la nueva situación, siendo capaz de reasumir sus labores cotidianas. Estas fases no ocurren una tras otra en una secuencia simple, sino que los sentimientos y actitudes asociadas con una fase pueden estar presentes en otra. Se puede pasar de una fase a la siguiente y luego regresar. Así por ejemplo, alguien que empezó a reconocer la realidad de la pérdida, puede experimentar la esperanza de que la persona muerta regrese. Otro elemento importante para la elaboración del duelo es poder participar en los ritos funerarios que son característicos de cada cultura. Aunque los funerales son para los muertos, ellos cumplen varias funciones para los sobrevivientes. Por ejemplo, ayudan a las personas en duelo a reconocer que la pérdida es real y les permiten tener un espacio para expresarlo; lo cual es un mecanismo que admite enfrentar los poderosos sentimientos de temor y rabia generados por la muerte (Jaramillo, 1998). La ansiedad y el temor por la posible muerte del secuestrado son tan intensas e intolerables que ésta parte de la familia actúa negando sentimientos y dando por hecho que el plagiado aún está presente. Pero con el paso del tiempo, la idea de la muerte del plagiado también se escenifica, por períodos, en otra parte del grupo; y es cuando algunos de los familiares caen en la desesperación. De ésta manera se observan una ambivalencia de sentimientos de esperanza/desesperanza que evolucionan de acuerdo con la manera como se desarrollan los acontecimientos objetivos del secuestro. Los silencios prolongados de los secuestradores y la ausencia de contacto con ellos estimulan que el duelo se siga elaborando porque vuelve a ser posible que el secuestrado esté muerto. Pero los nuevos contactos con los plagiarios o el envío de otras pruebas de supervivencia detienen nuevamente el proceso del duelo. Podría decirse que es un duelo que no se desarrolla; es un proceso de elaboración de una "muerte" que se inicia pero no se culmina, debido a la esperanza que tienen de recuperar con vida al plagiado. A lo anterior Meluk (1998) lo denomina un Duelo Interrumpido. El concepto de muerte suspendida se utiliza en analogía con el ya existente duelo suspendido. Con el cual se quiere señalar aquellos procesos de duelo, en los que los familiares y allegados, ante la ausencia del cadáver de un ser querido, o por desconocer su suerte, como en el caso de los desaparecidos; inician la elaboración del duelo, el cual no se culmina con la esperanza de que en algún momento aparezca nuevamente con vida. Solo el paso de los años se va convirtiendo en la evidencia de su muerte o al menos en una certeza de que no regresará, certeza que nunca será colmada en su totalidad (Meluk, 1998). A continuación se presenta un Trabajo de Investigación realizado por Trujillo y Vence en 1993 y titulado: EL DUELO EN EL SECUESTRO
INTRODUCCIÓN Y METODOLOGÍA El propósito de esta investigación es describir el proceso de duelo llevado a cabo por una familia en la cual uno de sus miembros ha permanecido secuestrado durante cinco años. Esta familia está compuesta por siete miembros: el padre, quien en la actualidad se encuentra secuestrado, la madre y cinco hijos, dos hombres y tres mujeres. Se realizaron entrevistas individuales mediante las cuales se pretendió describir la manera en que cada uno de los miembros experimentó el duelo a raíz de la desaparición de su padre y esposo. Los nombres presentados para identificar a la familia son ficticios. Teniendo en cuenta las fases descritas por Bowlby (1962), Worden (1982) con respecto a la forma en que normalmente se debe resolver una pérdida. Autores: Trujillo y Vence Año: 1993 Psicólogas
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