ESCRÍBEME !
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LAS
FAMILIAS RECOMIENDAN Ante
situaciones de crisis todos los seres humanos desarrollamos estrategias psicológicas
y comportamentales para enfrentarlas. Las familias nos cuentan con respecto a lo
que a ellas les sirvió para manejar el cautiverio. Tanto
las familias como los secuestrados consideran que el apoyo
espiritual fue algo que los ayudó mucho a mantener la esperanza durante
el cautiverio. Sienten que pensar en que Dios estaba con ellos les dio fortaleza
para soportar las humillaciones del secuestrador y mantener la confianza en que
iban a salir adelante: “Cuando
usted está siendo humillado... y fuera de eso usted está siendo...
patasarribiado por los humanos y por la naturaleza, por todo, sí?... Yo pude
elevarme y le dije a Diosito: ‘Amado Padre, te amo y te bendigo en este
momento y te ofrezco esta purificación’. Cuando yo pude hacer eso... ¡Uy!
Para mí es de los momentos más claves en mi vida.¡Uy! Se me fue todo ese
malestar, sentí una paz, una fuerza. Yo me levanté en una tranquilidad en el
barrial más asqueroso, después de haberme caído las veces que usted quisiera.
Y me levanté como si no fuera conmigo el cuento. Eso fue lo mejor que me ha
tocado... y gracias a eso... de ahí para adelante... salí adelante. Porque el
secuestro no tiene ningún sentido, no tiene ninguna lógica, no tiene ningún
manual de operaciones... entonces lo bonito... tenaz tenerlo que decir, lo
bonito de esta situación es poder llegar a concluir que está en manos de
Dios…” Los
resultados de esta investigación nos muestran que ver
la situación como un problema al que hay que buscarle soluciones es una
de las estrategias más eficaces para prevenir la ansiedad y la depresión,
tanto durante como después del cautiverio. Como nos lo cuenta Juanita, una de
las muchas formas de convertir el secuestro en un problema por solucionar, es
pensarlo como un negocio en el que el secuestrador también necesita de las
familias para lograr sus fines; esto les devuelve la sensación de control sobre
la situación: “Yo
siempre tuve la esperanza de que mi papá regresaba porque alguna persona en la
familia nos creó la conciencia de que el secuestro es un negocio y la idea es
no tenerlo a uno para matarlo sino para quitar dinero”. Sin
embargo, resulta doloroso y a veces quisiéramos no tener que pensar en el
padre, la madre, el hermano (a), el hijo(a) o cualquier otro ser humano como una
mercancía canjeable a la que le ponemos precio. Desgraciadamente esa no sólo
es la realidad sino que al mismo tiempo, nos permite guardar la esperanza de
recuperarlo(a). Como
hemos dicho hasta ahora, no se trata de darlo todo de una pues aunque
es lo que desearíamos, no necesariamente es la mejor solución. A veces
nos coloca en una posición de dependencia constante al vernos obligados a pagar
por años y años una extorsión a la que hemos cedido por la desesperación.
Recuperamos al ser querido pero perdemos nuestra calidad de vida teniendo que
soportar las llamadas mensuales, quincenales o inesperadas del captor que nos
recuerdan la deuda y amenaza de nuevo. Para
muchos familiares, pensar
y confiar en que todo va a salir bien y en que el secuestrado o
secuestrada están enfrentando de manera valiente el cautiverio les ayuda a
mantener la esperanza. “Soñar
con el futuro me ha ayudado a mantener la esperanza. Es un futuro soñado, una
ilusión, una felicidad muy grande que puede llegar a pasar cuando él
vuelva”, nos
cuenta Margarita. Otras
familias recomiendan darle
un sentido positivo al cautiverio: “Como
uno lo enfoque, le produce algo bueno o algo malo... pues, cualquier experiencia
que uno tenga en la vida,
buena o mala, puede producirle a uno algo bueno o algo malo, pero no quiere
decir que entonces, vamos a buscar malas experiencias, para enfocarlas, para que
nos traigan cosas buenas. Si a uno le tocan, uno las asimila y las capitaliza,
pero no quiere decir que... que es lo que uno hubiera buscado” En
términos de acciones, las familias mencionan como muy importante disponer de
espacios donde uno pueda desahogar
lo que siente: la rabia, el temor, la angustia, el llanto contenido.
Estos deben ser espacios seguros y confiables donde se nos permita soltar la
tensión sin ser juzgados o sin que nos digan que todo va a pasar o que debemos
ser valientes y no dejarnos llevar por lo que sentimos. Enviar
a los secuestrados mensajes mediante el radio o cartas es
algo que ayuda tanto a las familias como a los secuestrados. No obstante, como
nos recomienda Héctor, es importante que quien manda el mensaje se mantenga
sereno y fuerte: “Una
cosa que a mí me parece importante de los mensajes de radio es que las
personas, familiares, tienen que mantener serenidad y es importante que el
mensaje le llegue a uno con una voz firme. Escuchar a su ser querido y
escucharlo bien; bueno, más ánimos. Podrá ser que a uno le de emoción y
ganas de llorar, pero en el fondo, le da más fuerza y dice: ‘Bueno, los de
allá están bien’.” De
igual forma, a las familias les sirve recibir mensajes o noticias de su ser
querido para conservar la esperanza y disponer de elementos de realidad que les
permitan formarse una idea menos fantasiosa de aquello por lo que están pasando
en el cautiverio. Informarse
es
tal vez uno de los medios que
permite ganar mayor sensación de control sobre la situación. Las
familias consideran que es importante buscar el apoyo de quienes ya han pasado
por la experiencia y aunque cada caso es siempre diferente, conocer lo que otros
han vivido les ayuda a hacerse una mejor idea de lo que es un secuestro y
compartir lo que sienten con alguien que comprende por lo que están pasando. En
este proceso de búsqueda de información es importante conocer experiencias
previas de negociación y saber lo que pueden esperar en este proceso para
prepararse y enfrentarlo de una mejor manera. Es importante recalcar de nuevo
que cada secuestro es diferente y lo que nos ofrecen las víctimas es su propia
historia, no necesariamente lo que va a suceder en nuestro caso particular. Por
último, el ejercicio,
la distracción, el deporte y la relajación permiten
manejar la tensión y el estrés al que estamos sometidos durante el cautiverio
y nos reactivan para continuar en la lucha de soportar la espera. QUE
NO HACER EN ESTOS MOMENTOS Aunque
nuestro más íntimo deseo sería el de olvidarnos de todo lo que esta
sucediendo, tanto las familias como los resultados de esta investigación nos
indican que evitar
y bloquear lo que se siente no ayuda en nada. Tal vez nos libera por
momentos de la tensión pero ésta siempre nos perseguirá pues la situación no
se ha resuelto. No podemos esquivarla y la única forma de enfrentarla
adecuadamente es dándole un manejo tanto a lo que sentimos como a lo que
pensamos. Existen
muchas formas mediante las cuales podemos tratar de evadir la situación y lo
que sentimos: acudir al alcohol, las drogas, emborracharnos a punta de trabajo,
cerrar los oídos, no hablar del tema, salir corriendo cuando éste aparece.
Ninguna nos permite enfrentar adecuadamente la situación. Por
último, como se mencionó anteriormente, acudir a brujos u otras personas que
nos ilusionan genera expectativas falsas y desilusión constante. Es necesario
buscar fuentes confiables así nos enfrenten con lo doloroso de la situación. De
la misma forma que cada secuestro es una experiencia diferente, cada persona
vive esta situación a su manera y es importante aprender a comprender que cada
uno de nosotros reacciona distinto. Unos lloran y se angustian, otros se vuelven
ejecutivos y asumen las riendas, algunos otros encuentran que participar en
movimientos de protesta los ayuda mientras que para otros ello genera aún más
ansiedad. Lo que ofrecemos son alternativas, no imposiciones ni caminos certeros
y garantizados. No podemos exigirle a otros que enfrenten o sientan la situación
de la forma como lo haríamos nosotros. Sin embargo, sí los podemos ayudar a
ver cuándo sus formas de manejo les causan daño o resultan ineficaces. LA
FAMILIA DESPUÉS DEL SECUESTRO Las
experiencias que compartimos con numerosas familias nos dicen que el periodo
después del cautiverio no es el final de la experiencia del secuestro y surgen
otros problemas que es necesario manejar y solucionar. No es un momento tan crítico
como el que se vivió durante el cautiverio, pero sí coloca a la familia en una
situación estresante al enfrentarla con las consecuencias de lo ocurrido. Aunque
algunas familias retoman rápidamente la vida que llevaban antes del secuestro,
otras entran en un proceso de reconstrucción, lo cual suele tomar tiempo y en
ocasiones generar dolor. Con los relatos de las familias hemos logrado
reconstruir los lineamientos generales del proceso posterior al secuestro,
siempre teniendo en cuenta que cada caso tiene sus particularidades. La
Liberación La
liberación del secuestrado genera emociones contradictorias. Es vivida como una
resurrección, una nueva oportunidad de compartir todos de nuevo y al mismo
tiempo, se siente angustia, incertidumbre y temor ante lo que hemos fantaseado
que nos vamos a encontrar. La falta de información acerca del estado físico y
psicológico del secuestrado, la distorsión de la información por parte del
captor y los chismes de personas indelicadas conducen a la familia a temer
encontrar a una persona deteriorada física y psicológicamente. En
contraste, el secuestrado no manifiesta la angustia y la incertidumbre que
experimentan sus familiares pues regresa a un ambiente conocido y predecible. La
familia pronto disipa el temor y las dudas al encontrarse con su ser querido. El
Encuentro La
posibilidad de abrazar de nuevo al familiar y de ver que a pesar de que
probablemente viene flaco, acabado y mal oliente, aparentemente sigue siendo el
mismo, trae un descanso inmenso. En este momento los sentimientos negativos que
caracterizaron el cautiverio son desplazados por la alegría y la euforia. Es
difícil conciliar el sueño en las primeras noches; tanto la familia como el
secuestrado quieren conocer lo qué ocurrió mientras estuvieron separados. El
tiempo es dedicado a poner las historias en común y llenar los vacíos que
quedaron con relatos de lo que cada uno vivió. Esta
resurrección es celebrada con ritos de recibimiento en los que los familiares y
amigos rodean a la familia y al secuestrado manifestando su solidaridad y la
alegría por el regreso a casa. Estas expresiones de los demás pueden dar la
sensación de satisfacción al confirmar la importancia que se tiene en el núcleo
familiar o de amigos, pero también pueden generar una sensación de agobio en
la que no
queda tiempo para gozar de la privacidad y la intimidad de los seres queridos más
cercanos, lo cual permitiría empezar a caer en cuenta de lo que ha ocurrido y
retomar o reconstruir la vida que se llevaba. La felicidad de estar de nuevo
juntos en cierta medida oculta las verdaderas implicaciones de lo ocurrido. La
familia y el secuestrado se encuentran anestesiados frente a los efectos que
pudo haber producido la agresión a la dignidad humana y el haber confrontado la
posibilidad de la destrucción del núcleo familiar. ¿Continuidad
o Crisis? Después
de la euforia del encuentro las
familias
pueden seguir dos procesos diferentes: el
ajuste o
la crisis.
Las familias que se ajustan
siguen su vida común y corriente, de pronto experimentan algunos cambios
mínimos pero no se afecta sustancialmente su forma de ser y de funcionar. En
contraste, las que entran en crisis sienten
que el secuestro las sacude y desordena su vida previa y, por este motivo,
requieren realizar diversos cambios que les permitan rehacer su vida; ambos
procesos pueden tener un buen o mal desenlace dependiendo de la manera como la
familia lo realice. ¿Por
qué algunas familias se ajustan y otras entran en crisis? Como ya se ha
mencionado en esta cartilla, el secuestro es un evento intempestivo que invade a
la familia, la confronta con la arbitrariedad de otro ser humano que busca
someterla y pone en duda la supervivencia de uno de sus miembros. No obstante,
para algunas familias este hecho puede ser visto como parte de una realidad
nacional y, en este sentido, la familia asume el secuestro como uno de los
peligros que se pueden correr al vivir en Colombia; más aún si se trabaja en
una zona de riesgo con alta presencia de la guerrilla. La
posibilidad de ver el secuestro como un accidente o incidente del que no somos
culpables; en cierta medida como algo esperable y como una situación manejable
en la que contamos con alternativas como la negociación o el rescate, hacen la
situación más controlable y menos destructiva para la familia. Por esta razón,
es más probable que sigan un proceso de ajuste en el cual retoman la vida sin
mayores modificaciones
en su sistema. En
contraste, para otras familias el secuestro cobra un sentido sumamente negativo;
se ubica en el límite de lo irrepresentable, uno se queda sin palabras para
expresar la atrocidad del delito. Destruye
las creencias que se tenían acerca del mundo, de los demás y de sí mismo,
quedándose sin piso para seguir adelante. La familia, que antes creía que las
cosas negativas sólo le pasaban a los otros, ahora enfrenta su vulnerabilidad
frente al entorno. Aún le cuesta trabajo comprender por qué fue víctima del
secuestro y puede gastar gran parte de su tiempo tratando de encontrar una
explicación. La vida la ha defraudado, las cosas no son como eran antes y ha
perdido la confianza y la sensación de control sobre su vida. En una de las
entrevistas un ex - secuestrado decía que el secuestro había sido como un
terremoto y ahora enfrentaba unas ruinas que tenía que reconstruir. Es en estos
casos en los que la familia se ve enfrentada a la necesidad de llevar a cabo un
proceso de readaptación. ¿CÓMO
SEGUIR UN BUEN PROCESO DE AJUSTE O DE READAPTACIÓN ? A
primera vista puede parecer que las familias que se ajustan generalmente tienen
un buen desenlace en su proceso posterior al secuestro pues les es más fácil
aceptar lo que les ocurrió, encontrar herramientas para manejarlo y
seguir adelante. No obstante, es importante tener claridad acerca de lo
que está ocurriendo porque puede ser que siguieron la vida adelante pero, en
realidad, la rutina y la cotidianidad están ayudando a tapar problemas que
resulta muy doloroso enfrentar. Esto se puede detectar en los casos en los que a
pesar de que se siguió la vida aún se experimenta malestar psicológico
expresado en tristeza, falta de motivación, temor constante, necesidad de
evitar el tema del secuestro y dolor cuando algo o alguien lo recuerda. En
general, es una sensación de que algo está pendiente e irresuelto aunque la
vida aparentemente sigue igual. El
logro de un buen ajuste o de una buena adaptación depende en gran medida de la
posición que asuma la familia frente a la propia vulnerabilidad. El
descubrirnos vulnerables y ver que hay situaciones que no podemos controlar nos
afecta en gran medida. Empezamos a sentirnos inseguros, amenazados e impotentes
frente a nuestro entorno. Esta sensación de impotencia acorta la visión de lo
que sí podemos hacer; pues a pesar de las dificultades aún existen
alternativas para manejar el entorno. Las
familias que han vivido un secuestro y posteriormente han realizado un buen
ajuste o superaron la crisis desencadenada por él, nos revelan algunas de estas
alternativas. En primer lugar, es necesario aceptar
que ni en Colombia, ni en ningún otro lugar del mundo estamos en la capacidad
de controlar todo lo que nos sucede. El azar siempre entra en juego y nos
trae sorpresas para las que no nos hemos preparado. Sin embargo, sí es
importante analizar cuidadosamente qué podemos hacer para protegernos y
reducir, mas no eliminar del todo, los riesgos. En
segundo lugar, el haber sido víctimas del secuestro es un hecho ajeno a nuestra
voluntad y, por lo tanto, no
podemos culparnos por lo sucedido, ni tampoco tratar de justificar por qué
fuimos específicamente nosotros las víctimas de él. No hay nada en nosotros
como seres humanos, ni en nuestra historia personal, que nos haga más
secuestrables que otros. Hay CIRCUNSTANCIAS y de pronto algunas acciones
imprudentes que pudieron haber conducido al secuestro, pero cualquier persona
puede ser víctima de este delito en Colombia y el hecho de que me pase a mí
personalmente no depende sólo de mí. Esto no quiere decir que yo no pueda
cambiar algunos hábitos, tomar medidas de seguridad, guardar discreción acerca
de mis bienes, etc. para reducir el riesgo. La
posibilidad de aceptar
la propia vulnerabilidad y aprender a manejar las amenazas presentes en
el entorno es lo que permite ajustarse bien y reasumir la rutina que se llevaba.
Es importante aclarar que esto no significa hacer el secuestro a un lado y
continuar como si nada hubiera sucedido. Es más bien
captar nuestras posibilidades de control en un entorno inseguro, del cual
probablemente antes no éramos tan conscientes e incorporar esta vivencia y
asumir una posición diferente. Una
buena readaptación incluye estos cambios más la realización de un proceso de
reconstrucción de aquellos elementos que se vieron vulnerados por el secuestro. Manejando
La Crisis La
crisis es un despertar en el que la familia cae en cuenta de lo que ha ocurrido
y de sus efectos. En este momento se descarga todo lo que se contuvo durante el
cautiverio y que durante el reencuentro fue opacado por la alegría de tener al
ser querido de nuevo en casa. Este
despertar trae consigo la rabia, la angustia, la tristeza; además se
exacerba la sensación de inseguridad y el temor a que se repita el secuestro y
se está constantemente pendiente del entorno para detectar cualquier posible
amenaza. Durante
este periodo de crisis es importante tener en cuenta que todo el sistema
familiar es parte de la crisis. Muchas veces parece que un solo miembro es el
que está manifestando los problemas y los demás son observadores impotentes de
lo que está ocurriendo. Además, resulta más fácil descubrir los problemas de
los demás e ignorar los propios. En el momento en el que se acepta que todos
están sufriendo los efectos del secuestro y que el sistema familiar debe
reestructurarse para canalizarlos y desarrollar nuevos esquemas de
funcionamiento, es posible encontrar una clave que ayude a desenmarañar la
confusión producto de los sentimientos de temor, tristeza, culpa y rabia. Muchas
veces la impotencia que genera el secuestro conduce a la familia a volcar sobre
sí misma la rabia y la culpa generada por este delito. En realidad se siente
rabia hacia los secuestradores pero al no poder expresarla directamente, se
orienta hacia los demás miembros de la familia o se reprime. Sentir rabia no es
una señal de tener un mal corazón; es un sentimiento humano que surge
naturalmente cuando sentimos, entre otras muchas cosas, que han violado nuestros
derechos. La posibilidad de sentir rabia no significa que vamos a actuar de
acuerdo con lo que estos sentimientos nos dictaminan, pero sí podemos
expresarla verbalmente, manifestar nuestra desaprobación, compartirla con
nuestros seres queridos y, así, canalizar ese sentimiento, que de lo contrario
frustra y bloquea; se sale por otros lados generando desconcierto en nuestros
seres queridos y conflictos familiares permanentes. Como
se dijo anteriormente, en la medida en que se acepte que el secuestro no fue
dirigido a mí por mis características esenciales de ser humano, sino por las
circunstancias externas, es posible aliviar la culpa que puede generar el haber
sido secuestrado. Además, hay que tener en cuenta que durante el secuestro se
vivió una situación límite en la que se confrontaron los temores más básicos
de un ser vivo - se estuvo al borde de la muerte - y este hecho lo puede llevar
a uno a reaccionar de formas en las que nunca hubiera pensado. Así como puede
mostrarse valiente y fuerte en ocasiones, puede sentirse derrotado y débil en
otras. Hay que tener en cuenta la situación extrema que se vivió antes de
entrar a juzgarse a sí mismo y a los demás por lo que se hizo o dejó de hacer
o lo que se pensó y sintió. El secuestro puede traer muchas pérdidas tanto materiales, como no materiales. Evidentemente si es económico se pierde dinero, pero además se puede perder el tipo de vida que se llevaba al tener que hacer un traslado que garantice mayor seguridad, la tranquilidad y la sensación de poderse mover libremente, el proyecto de vida que se había construido, entre otras posibles. Estas pérdidas implican que es necesario recorrer el camino de lo que es sentir el dolor y la rabia por lo perdido y después aceptar que eso fue así, pero que hay alternativas diferentes y es posible reestructurar la vida de otra forma. El recorrido de este camino es en términos más técnicos el proceso de elaboración del duelo por las pérdidas que se experimentaron como consecuencia del secuestro.
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Síndrome
de Estocolmo DISEÑO DE PÁGINA: MARIA FERNANDA URIBE Friday, 14 de September de 2001 |