SECUESTRO

 

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CONSECUENCIAS

 

LAS FAMILIAS RECOMIENDAN 

Ante situaciones de crisis todos los seres humanos desarrollamos estrategias psicológicas y comportamentales para enfrentarlas. Las familias nos cuentan con respecto a lo que a ellas les sirvió para manejar el cautiverio.

Tanto las familias como los secuestrados consideran que el apoyo espiritual fue algo que los ayudó mucho a mantener la esperanza durante el cautiverio. Sienten que pensar en que Dios estaba con ellos les dio fortaleza para soportar las humillaciones del secuestrador y mantener la confianza en que iban a salir adelante:

“Cuando usted está siendo humillado... y fuera de eso usted está siendo... patasarribiado por los humanos y por la naturaleza, por todo, sí?... Yo pude elevarme y le dije a Diosito: ‘Amado Padre, te amo y te bendigo en este momento y te ofrezco esta purificación’. Cuando yo pude hacer eso... ¡Uy! Para mí es de los momentos más claves en mi vida.¡Uy! Se me fue todo ese malestar, sentí una paz, una fuerza. Yo me levanté en una tranquilidad en el barrial más asqueroso, después de haberme caído las veces que usted quisiera. Y me levanté como si no fuera conmigo el cuento. Eso fue lo mejor que me ha tocado... y gracias a eso... de ahí para adelante... salí adelante. Porque el secuestro no tiene ningún sentido, no tiene ninguna lógica, no tiene ningún manual de operaciones... entonces lo bonito... tenaz tenerlo que decir, lo bonito de esta situación es poder llegar a concluir que está en manos de Dios…”

Los resultados de esta investigación nos muestran que ver la situación como un problema al que hay que buscarle soluciones es una de las estrategias más eficaces para prevenir la ansiedad y la depresión, tanto durante como después del cautiverio. Como nos lo cuenta Juanita, una de las muchas formas de convertir el secuestro en un problema por solucionar, es pensarlo como un negocio en el que el secuestrador también necesita de las familias para lograr sus fines; esto les devuelve la sensación de control sobre la situación:

“Yo siempre tuve la esperanza de que mi papá regresaba porque alguna persona en la familia nos creó la conciencia de que el secuestro es un negocio y la idea es no tenerlo a uno para matarlo sino para quitar dinero”.

Sin embargo, resulta doloroso y a veces quisiéramos no tener que pensar en el padre, la madre, el hermano (a), el hijo(a) o cualquier otro ser humano como una mercancía canjeable a la que le ponemos precio. Desgraciadamente esa no sólo es la realidad sino que al mismo tiempo, nos permite guardar la esperanza de recuperarlo(a).

Como hemos dicho hasta ahora, no se trata de darlo todo de una pues aunque  es lo que desearíamos, no necesariamente es la mejor solución. A veces nos coloca en una posición de dependencia constante al vernos obligados a pagar por años y años una extorsión a la que hemos cedido por la desesperación. Recuperamos al ser querido pero perdemos nuestra calidad de vida teniendo que soportar las llamadas mensuales, quincenales o inesperadas del captor que nos recuerdan la deuda y amenaza de nuevo.

Para muchos familiares, pensar y confiar en que todo va a salir bien y en que el secuestrado o secuestrada están enfrentando de manera valiente el cautiverio les ayuda a mantener la esperanza.

“Soñar con el futuro me ha ayudado a mantener la esperanza. Es un futuro soñado, una ilusión, una felicidad muy grande que puede llegar a pasar cuando él vuelva”, nos cuenta Margarita.

Otras familias recomiendan darle un sentido positivo al cautiverio: “Como uno lo enfoque, le produce algo bueno o algo malo... pues, cualquier experiencia que uno tenga en la vida, buena o mala, puede producirle a uno algo bueno o algo malo, pero no quiere decir que entonces, vamos a buscar malas experiencias, para enfocarlas, para que nos traigan cosas buenas. Si a uno le tocan, uno las asimila y las capitaliza, pero no quiere decir que... que es lo que uno hubiera buscado”

En términos de acciones, las familias mencionan como muy importante disponer de espacios donde uno pueda desahogar lo que siente: la rabia, el temor, la angustia, el llanto contenido. Estos deben ser espacios seguros y confiables donde se nos permita soltar la tensión sin ser juzgados o sin que nos digan que todo va a pasar o que debemos ser valientes y no dejarnos llevar por lo que sentimos.

Enviar a los secuestrados mensajes mediante el radio o cartas es algo que ayuda tanto a las familias como a los secuestrados. No obstante, como nos recomienda Héctor, es importante que quien manda el mensaje se mantenga sereno y fuerte:

“Una cosa que a mí me parece importante de los mensajes de radio es que las personas, familiares, tienen que mantener serenidad y es importante que el mensaje le llegue a uno con una voz firme. Escuchar a su ser querido y escucharlo bien; bueno, más ánimos. Podrá ser que a uno le de emoción y ganas de llorar, pero en el fondo, le da más fuerza y dice: ‘Bueno, los de allá están bien’.”

De igual forma, a las familias les sirve recibir mensajes o noticias de su ser querido para conservar la esperanza y disponer de elementos de realidad que les permitan formarse una idea menos fantasiosa de aquello por lo que están pasando en el cautiverio.

Informarse es tal vez uno de los medios que  permite ganar mayor sensación de control sobre la situación. Las familias consideran que es importante buscar el apoyo de quienes ya han pasado por la experiencia y aunque cada caso es siempre diferente, conocer lo que otros han vivido les ayuda a hacerse una mejor idea de lo que es un secuestro y compartir lo que sienten con alguien que comprende por lo que están pasando. En este proceso de búsqueda de información es importante conocer experiencias previas de negociación y saber lo que pueden esperar en este proceso para prepararse y enfrentarlo de una mejor manera. Es importante recalcar de nuevo que cada secuestro es diferente y lo que nos ofrecen las víctimas es su propia historia, no necesariamente lo que va a suceder en nuestro caso particular. Por último, el ejercicio, la distracción, el deporte y la relajación permiten manejar la tensión y el estrés al que estamos sometidos durante el cautiverio y nos reactivan para continuar en la lucha de soportar la espera.

QUE NO HACER EN ESTOS MOMENTOS

Aunque nuestro más íntimo deseo sería el de olvidarnos de todo lo que esta sucediendo, tanto las familias como los resultados de esta investigación nos indican que evitar y bloquear lo que se siente no ayuda en nada. Tal vez nos libera por momentos de la tensión pero ésta siempre nos perseguirá pues la situación no se ha resuelto. No podemos esquivarla y la única forma de enfrentarla adecuadamente es dándole un manejo tanto a lo que sentimos como a lo que pensamos.

Existen muchas formas mediante las cuales podemos tratar de evadir la situación y lo que sentimos: acudir al alcohol, las drogas, emborracharnos a punta de trabajo, cerrar los oídos, no hablar del tema, salir corriendo cuando éste aparece. Ninguna nos permite enfrentar adecuadamente la situación.

Por último, como se mencionó anteriormente, acudir a brujos u otras personas que nos ilusionan genera expectativas falsas y desilusión constante. Es necesario buscar fuentes confiables así nos enfrenten con lo doloroso de la situación.

De la misma forma que cada secuestro es una experiencia diferente, cada persona vive esta situación a su manera y es importante aprender a comprender que cada uno de nosotros reacciona distinto. Unos lloran y se angustian, otros se vuelven ejecutivos y asumen las riendas, algunos otros encuentran que participar en movimientos de protesta los ayuda mientras que para otros ello genera aún más ansiedad. Lo que ofrecemos son alternativas, no imposiciones ni caminos certeros y garantizados. No podemos exigirle a otros que enfrenten o sientan la situación de la forma como lo haríamos nosotros. Sin embargo, sí los podemos ayudar a ver cuándo sus formas de manejo les causan daño o resultan ineficaces.

LA FAMILIA DESPUÉS DEL SECUESTRO 

Las experiencias que compartimos con numerosas familias nos dicen que el periodo después del cautiverio no es el final de la experiencia del secuestro y surgen otros problemas que es necesario manejar y solucionar. No es un momento tan crítico como el que se vivió durante el cautiverio, pero sí coloca a la familia en una situación estresante al enfrentarla con las consecuencias de lo ocurrido.

Aunque algunas familias retoman rápidamente la vida que llevaban antes del secuestro, otras entran en un proceso de reconstrucción, lo cual suele tomar tiempo y en ocasiones generar dolor. Con los relatos de las familias hemos logrado reconstruir los lineamientos generales del proceso posterior al secuestro, siempre teniendo en cuenta que cada caso tiene sus particularidades.

La Liberación

La liberación del secuestrado genera emociones contradictorias. Es vivida como una resurrección, una nueva oportunidad de compartir todos de nuevo y al mismo tiempo, se siente angustia, incertidumbre y temor ante lo que hemos fantaseado que nos vamos a encontrar. La falta de información acerca del estado físico y psicológico del secuestrado, la distorsión de la información por parte del captor y los chismes de personas indelicadas conducen a la familia a temer encontrar a una persona deteriorada física y psicológicamente.

En contraste, el secuestrado no manifiesta la angustia y la incertidumbre que experimentan sus familiares pues regresa a un ambiente conocido y predecible. La familia pronto disipa el temor y las dudas al encontrarse con su ser querido.

El Encuentro 

La posibilidad de abrazar de nuevo al familiar y de ver que a pesar de que probablemente viene flaco, acabado y mal oliente, aparentemente sigue siendo el mismo, trae un descanso inmenso. En este momento los sentimientos negativos que caracterizaron el cautiverio son desplazados por la alegría y la euforia. Es difícil conciliar el sueño en las primeras noches; tanto la familia como el secuestrado quieren conocer lo qué ocurrió mientras estuvieron separados. El tiempo es dedicado a poner las historias en común y llenar los vacíos que quedaron con relatos de lo que cada uno vivió.

Esta resurrección es celebrada con ritos de recibimiento en los que los familiares y amigos rodean a la familia y al secuestrado manifestando su solidaridad y la alegría por el regreso a casa. Estas expresiones de los demás pueden dar la sensación de satisfacción al confirmar la importancia que se tiene en el núcleo familiar o de amigos, pero también pueden generar una sensación de agobio en la  que no queda tiempo para gozar de la privacidad y la intimidad de los seres queridos más cercanos, lo cual permitiría empezar a caer en cuenta de lo que ha ocurrido y retomar o reconstruir la vida que se llevaba. La felicidad de estar de nuevo juntos en cierta medida oculta las verdaderas implicaciones de lo ocurrido. La familia y el secuestrado se encuentran anestesiados frente a los efectos que pudo haber producido la agresión a la dignidad humana y el haber confrontado la posibilidad de la destrucción del núcleo familiar.

¿Continuidad o Crisis? 

Después de la euforia del encuentro las familias pueden seguir dos procesos diferentes: el ajuste o la crisis. Las familias que se ajustan  siguen su vida común y corriente, de pronto experimentan algunos cambios mínimos pero no se afecta sustancialmente su forma de ser y de funcionar. En contraste, las que entran en crisis sienten que el secuestro las sacude y desordena su vida previa y, por este motivo, requieren realizar diversos cambios que les permitan rehacer su vida; ambos procesos pueden tener un buen o mal desenlace dependiendo de la manera como la familia lo realice.

¿Por qué algunas familias se ajustan y otras entran en crisis? Como ya se ha mencionado en esta cartilla, el secuestro es un evento intempestivo que invade a la familia, la confronta con la arbitrariedad de otro ser humano que busca someterla y pone en duda la supervivencia de uno de sus miembros. No obstante, para algunas familias este hecho puede ser visto como parte de una realidad nacional y, en este sentido, la familia asume el secuestro como uno de los peligros que se pueden correr al vivir en Colombia; más aún si se trabaja en una zona de riesgo con alta presencia de la guerrilla.

La posibilidad de ver el secuestro como un accidente o incidente del que no somos culpables; en cierta medida como algo esperable y como una situación manejable en la que contamos con alternativas como la negociación o el rescate, hacen la situación más controlable y menos destructiva para la familia. Por esta razón, es más probable que sigan un proceso de ajuste en el cual retoman la vida sin mayores modificaciones en su sistema.

En contraste, para otras familias el secuestro cobra un sentido sumamente negativo; se ubica en el límite de lo irrepresentable, uno se queda sin palabras para expresar la atrocidad del delito.

Destruye las creencias que se tenían acerca del mundo, de los demás y de sí mismo, quedándose sin piso para seguir adelante. La familia, que antes creía que las cosas negativas sólo le pasaban a los otros, ahora enfrenta su vulnerabilidad frente al entorno. Aún le cuesta trabajo comprender por qué fue víctima del secuestro y puede gastar gran parte de su tiempo tratando de encontrar una explicación. La vida la ha defraudado, las cosas no son como eran antes y ha perdido la confianza y la sensación de control sobre su vida. En una de las entrevistas un ex - secuestrado decía que el secuestro había sido como un terremoto y ahora enfrentaba unas ruinas que tenía que reconstruir. Es en estos casos en los que la familia se ve enfrentada a la necesidad de llevar a cabo un proceso de readaptación.

¿CÓMO SEGUIR UN BUEN PROCESO DE AJUSTE O DE READAPTACIÓN ? 

A primera vista puede parecer que las familias que se ajustan generalmente tienen un buen desenlace en su proceso posterior al secuestro pues les es más fácil aceptar lo que les ocurrió, encontrar herramientas para manejarlo y  seguir adelante. No obstante, es importante tener claridad acerca de lo que está ocurriendo porque puede ser que siguieron la vida adelante pero, en realidad, la rutina y la cotidianidad están ayudando a tapar problemas que resulta muy doloroso enfrentar. Esto se puede detectar en los casos en los que a pesar de que se siguió la vida aún se experimenta malestar psicológico expresado en tristeza, falta de motivación, temor constante, necesidad de evitar el tema del secuestro y dolor cuando algo o alguien lo recuerda. En general, es una sensación de que algo está pendiente e irresuelto aunque la vida aparentemente sigue igual.

El logro de un buen ajuste o de una buena adaptación depende en gran medida de la posición que asuma la familia frente a la propia vulnerabilidad. El descubrirnos vulnerables y ver que hay situaciones que no podemos controlar nos afecta en gran medida. Empezamos a sentirnos inseguros, amenazados e impotentes frente a nuestro entorno. Esta sensación de impotencia acorta la visión de lo que sí podemos hacer; pues a pesar de las dificultades aún existen alternativas para manejar el entorno.

Las familias que han vivido un secuestro y posteriormente han realizado un buen ajuste o superaron la crisis desencadenada por él, nos revelan algunas de estas alternativas. En primer lugar, es necesario aceptar que ni en Colombia, ni en ningún otro lugar del mundo estamos en la capacidad de controlar todo lo que nos sucede. El azar siempre entra en juego y nos trae sorpresas para las que no nos hemos preparado. Sin embargo, sí es importante analizar cuidadosamente qué podemos hacer para protegernos y reducir, mas no eliminar del todo, los riesgos.

En segundo lugar, el haber sido víctimas del secuestro es un hecho ajeno a nuestra voluntad y, por lo tanto, no podemos culparnos por lo sucedido, ni tampoco tratar de justificar por qué fuimos específicamente nosotros las víctimas de él. No hay nada en nosotros como seres humanos, ni en nuestra historia personal, que nos haga más secuestrables que otros. Hay CIRCUNSTANCIAS y de pronto algunas acciones imprudentes que pudieron haber conducido al secuestro, pero cualquier persona puede ser víctima de este delito en Colombia y el hecho de que me pase a mí personalmente no depende sólo de mí. Esto no quiere decir que yo no pueda cambiar algunos hábitos, tomar medidas de seguridad, guardar discreción acerca de mis bienes, etc. para reducir el riesgo.

La posibilidad de aceptar la propia vulnerabilidad y aprender a manejar las amenazas presentes en el entorno es lo que permite ajustarse bien y reasumir la rutina que se llevaba. Es importante aclarar que esto no significa hacer el secuestro a un lado y continuar como si nada hubiera sucedido. Es más bien  captar nuestras posibilidades de control en un entorno inseguro, del cual probablemente antes no éramos tan conscientes e incorporar esta vivencia y asumir una posición diferente.

Una buena readaptación incluye estos cambios más la realización de un proceso de reconstrucción de aquellos elementos que se vieron vulnerados por el secuestro.

Manejando La Crisis

La crisis es un despertar en el que la familia cae en cuenta de lo que ha ocurrido y de sus efectos. En este momento se descarga todo lo que se contuvo durante el cautiverio y que durante el reencuentro fue opacado por la alegría de tener al ser querido de nuevo en casa. Este  despertar trae consigo la rabia, la angustia, la tristeza; además se exacerba la sensación de inseguridad y el temor a que se repita el secuestro y se está constantemente pendiente del entorno para detectar cualquier posible amenaza.

Durante este periodo de crisis es importante tener en cuenta que todo el sistema familiar es parte de la crisis. Muchas veces parece que un solo miembro es el que está manifestando los problemas y los demás son observadores impotentes de lo que está ocurriendo. Además, resulta más fácil descubrir los problemas de los demás e ignorar los propios. En el momento en el que se acepta que todos están sufriendo los efectos del secuestro y que el sistema familiar debe reestructurarse para canalizarlos y desarrollar nuevos esquemas de funcionamiento, es posible encontrar una clave que ayude a desenmarañar la confusión producto de los sentimientos de temor, tristeza, culpa y rabia.

Muchas veces la impotencia que genera el secuestro conduce a la familia a volcar sobre sí misma la rabia y la culpa generada por este delito. En realidad se siente rabia hacia los secuestradores pero al no poder expresarla directamente, se orienta hacia los demás miembros de la familia o se reprime. Sentir rabia no es una señal de tener un mal corazón; es un sentimiento humano que surge naturalmente cuando sentimos, entre otras muchas cosas, que han violado nuestros derechos. La posibilidad de sentir rabia no significa que vamos a actuar de acuerdo con lo que estos sentimientos nos dictaminan, pero sí podemos expresarla verbalmente, manifestar nuestra desaprobación, compartirla con nuestros seres queridos y, así, canalizar ese sentimiento, que de lo contrario frustra y bloquea; se sale por otros lados generando desconcierto en nuestros seres queridos y conflictos familiares permanentes.

Como se dijo anteriormente, en la medida en que se acepte que el secuestro no fue dirigido a mí por mis características esenciales de ser humano, sino por las circunstancias externas, es posible aliviar la culpa que puede generar el haber sido secuestrado. Además, hay que tener en cuenta que durante el secuestro se vivió una situación límite en la que se confrontaron los temores más básicos de un ser vivo - se estuvo al borde de la muerte - y este hecho lo puede llevar a uno a reaccionar de formas en las que nunca hubiera pensado. Así como puede mostrarse valiente y fuerte en ocasiones, puede sentirse derrotado y débil en otras. Hay que tener en cuenta la situación extrema que se vivió antes de entrar a juzgarse a sí mismo y a los demás por lo que se hizo o dejó de hacer o lo que se pensó y sintió.

El secuestro puede traer muchas pérdidas tanto materiales, como no materiales. Evidentemente si es económico se pierde dinero, pero además se puede perder el tipo de vida que se llevaba al tener que hacer un traslado que garantice mayor seguridad, la tranquilidad y la sensación de poderse mover libremente, el proyecto de vida que se había construido, entre otras posibles. Estas pérdidas implican que es necesario recorrer el camino de lo que es sentir el dolor y la rabia por lo perdido y después aceptar que eso fue así, pero que hay alternativas diferentes y es posible reestructurar la vida de otra forma. El recorrido de este camino es en términos más técnicos el proceso de elaboración del duelo por las pérdidas que se experimentaron como consecuencia del secuestro.

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Friday, 14 de September de 2001