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EL SECUESTRADO DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN
AUTOR:
Fundación País Libre.
El
regreso significa ponerle fin a la terrible incertidumbre y zozobra que familia
y secuestrado tuvieron que padecer por un período de tiempo que para todos fue
“eterno”. Durante
el secuestro los familiares del secuestrado se cuestionan con vehemencia y
ansiedad gran cantidad de preguntas que tienen que ver con su retorno. Expresan
dudas, temores y expectativas que en el fondo sólo serán corroboradas cuando
regrese.
Incluso días después de su regreso, pueden experimentar sorpresa frente
a los comportamientos inusitados que este hecho produce.
Sin embargo, conocer parte de lo que sucederá una vez la persona
secuestrada retorne, facilita que este proceso que se inicia con el retorno, sea
más llevadero y manejable. ¿Cómo
es para el secuestrado el regreso, cómo será su estado de salud? Cuando
el ser querido regresa, florecen los besos, los abrazos y la alegría. Incluso
aparece la sensación de incredulidad, y los allegados tocan al exsecuestrado
para corroborar que es cierto, que no es un “sueño”.
Para el secuestrado es el feliz reencuentro con su mundo, su familia, sus
amigos, su casa, sus cosas, es el mundo del cual un día fue arrebatado y del
que desde hace varios días no sabía nada, y aunque puede sentirse “extraño”
y desacostumbrado a situaciones o cosas que antes del secuestro eran de rutina
(la ciudad, el ruido de los carros, la gente, etc), experimenta una gran
felicidad de saber que sobrevivió a esta experiencia y está de nuevo con los
suyos.
Cuando
el secuestrado vuelve a casa, la familia puede creer que llegó muy bien
emocionalmente, fortalecido, aunque físicamente cambiado, ya que ha perdido
peso,
tiene el pelo largo, barba, huele mal y está muy cansado. Así mismo,
puede impactar a la familia escuchar el intenso relato sobre las vivencias y
condiciones en las que permaneció, por eso la primera noche puede pasar de
largo sin dormir. Su salud física y emocional dependerá de factores
que anteceden al secuestro, como su vitalidad y fortaleza previas. Igualmente de
las condiciones alimenticias y sanitarias específicas y partículares que cada
persona tiene durante el cautiverio. ¿Acaso
todo el mundo reacciona de esta misma manera? Efectivamente,
no todo el mundo reacciona inicialmente de la misma manera. Algunas personas
tienden a estar solas y aislarse y entran en un mutismo que la familia no
entiende. Otras prefieren estar en compañía para no sentir la soledad del
cautiverio y hablan una y otra vez de esta experiencia. Puede ocurrir que la
persona minimice lo ocurrido. “Ya pasó, no fue grave, yo estoy bien, lo
importante es estar vivo”, se dice. En parte, lo hace para mantener el control
y no reconocer ante los demás lo que su secuestro significó. No
obstante, e independientemente de la reacción de cada cual, es necesario
reconocer que la persona ha sido víctima de una fuerte invasión a su espacio
vital, se encuentra gravemente vulnerada y por tanto no le será del todo fácil,
ni expresar todas sus emociones, ni contar todas sus experiencias, ni retomar
los roles y responsabilidades que había asumido como parte fundamental en su
“antigua vida”. ¿Serán
convenientes o no
las visitas, o la presencia de otras personas distintas a la familia ? El
regreso es motivo de júbilo para muchas personas como amigos, parientes,
empleados, etc.,
que han estado esperando noticias de él con ansiedad
y desean expresar y compartir la alegría de este momento. En cada
circunstancia específica de regreso, no es posible establecer un patrón común
o unificado de comportamiento, y decidir si son aconsejables o no las visitas,
ya que cada secuestro es distinto a otro, así como cada persona es única para
su familia y sus allegados. Dependiendo
de lo que el grupo familiar encuentre oportuno en ese momento y
del estado de salud física y emocional del secuestrado, cada familia
determinará cuál será la mejor acción a seguir. De todos modos recuerde que
la persona que retorna, aunque está vulnerada y confusa, no ha perdido ni su
capacidad ni su derecho de decidir o pensar por sí mismo.
¿Con
el regreso se termina el padecimiento? El
regreso de la víctima es el fín de una situación crítica altamente
angustiosa, pero es el principio de una nueva fase de resolución y readaptación.
Es posible que en el período posterior a la liberación, aún predomine la
ansiedad y el desconcierto. La
familia y la víctima inician otro período de dificultades que les son
desconocidas. Es una etapa de ajustes constantes, de manifestaciones y
reacciones emocionales que muchas veces resultan desconcertantes, e
imprevisibles para unos y otros. Tanto la persona secuestrada como la familia
necesitan tiempo para reacomodarse y asimilar los cambios que produce esta
devastadora experiencia. Después
de la alegría del retorno, el secuestrado comienza a tener sensaciones y
pensamientos desconocidos, que le causan desconcierto, temor, sorpresa y un
inmenso gasto de energía psíquica. Es realmente aquí, cuando el cansancio
acumulado comienza a aparecer. Las reservas físicas, emocionales e
intelectuales del secuestrado se han agotado, porque las tuvo que centrar en su
cautiverio para sobrevivir y mantener su equilibrio emocional. ¿
Cuáles podrían ser sus reacciones iniciales? Después
de sobrevivir a una experiencia tan dolorosa como esta, en el ex-secuestrado se
incrementa el amor por la vida y él cambia en su escala de valores pues durante
el cautiverio tuvo la posibilidad de pensar en las relaciones interpersonales,
en la familia, en las cosas que hizo bien y en las que hizo mal; en cómo expresó
el afecto, o si se valoraban o no las comodidades y el estilo de vida. A nivel
espiritual, la persona que regresa suele manifestar gran convicción hacia las
creencias religiosas de amor a Dios y un fuerte sentimiento de afiliación y de
amor a sus amigos y seres queridos.
En este período se hace un claro reconocimiento al núcleo familiar, a
lo imprescindible que son los hijos, la madre, el padre, la esposa, etc. Es una
etapa donde aspectos esenciales de la existencia humana como la vida, la muerte,
el amor y la libertad, entre otros, cobran particular relevancia. No
obstante lo anterior, el exsecuestrado a su regreso puede experimentar dolores
de cabeza o espalda, temblores musculares, sudoración, alteración del apetito
y del sueño, pesadillas y algunas manifestaciones somáticas, como calambres,
espasmos, etc. A nivel
emocional puede presentar cambios abruptos en el estado de ánimo, ataques de
llanto, miedo a situaciones o estímulos
que semejan la situación (retenes, ruidos de helicópteros, etc.), miedo
a estar solos, nerviosismo, irritabilidad, olvidos frecuentes, desconcentración
en las labores y conversaciones que realiza, incluso desorientarse fácilmente
en el tiempo y el espacio. En cualquier momento y de manera involuntaria, puede
recordar alguna situación específica del cautiverio y reexperimentarla
como si fuera
“real”, o como si la pesadilla no hubiera terminado. Estos recuerdos
que invaden de manera abrupta, activan sentimientos de inseguridad,
vulnerabilidad y temor de que se vuelva a repetir. ¿
Qué es aconsejable hacer en estos momentos ? En el
momento inicial y tan pronto llega la persona, es aconsejable que toda la
familia descanse. Generalmente las familias prefieren tomar unos días de
vacaciones y pasear,
ya que de este modo recuperarán parte de las energías físicas y psíquicas
empleadas en los agudos y críticos momentos que antecedieron a la liberación. Así
mismo, es conveniente actuar de acuerdo a como se van
presentando las circunstancias, y de acuerdo a la forma particular en que
cada
núcleo familiar y plagiado reaccionen, sin forzar
prematuramente el tomar decisiones que pueden ser difíciles para ambos. El diálogo
ayudará a que se puedan ir expresando los temores, las dudas, las ideas, ayudará
a aliviar las tensiones existentes en ambas partes, y contribuirá a que el
proceso de readaptación sea más llevadero. En
estos momentos es importante comprender que las reacciones descritas
anteriormente, son el resultado de la intensa angustia que de modo paralelo, han
vivido o están viviendo familiares y secuestrado.
¿Y
éstas reacciones son normales, cuánto tiempo duran? Estas
reacciones son el resultado del aislamiento, la incomunicación, la
incertidumbre, el temor, el tedio y la privación arbitraria del contacto
afectivo y social que tuvo que padecer la persona durante el cautiverio. Conocer
estas respuestas previamente, ayudará a la familia a comprender el proceso de
liberación de estrés por la que el individuo atraviesa, y aunque son
frecuentes y “normales”, varían de acuerdo con cada persona en intensidad y
prolongación y tienden a disminuir en la medida en que la persona y la familia
van evacuando la ansiedad. Todas
estas reacciones suelen ser frecuentes durante las primeras
semanas principalmente, y alternan con períodos de aparente
tranquilidad. Pueden presentarse a su llegada a casa, o posponerse unos días,
incluso semanas, y
manifestarse una y otra vez, en forma de oleadas. De todos modos, si
estas reacciones físicas y emocionales ocasionan demasiadas molestias o
resultan incontrolables para secuestrado y familia, es importante acudir a un
especialista lo más rápido posible.
¿Qué
sucede después de este período? Después
de la emoción y novedad del retorno
y cuando por fin se encuentran en su medio familiar en el que se sienten
“seguros” y “protegidos”, algunos exsecuestrados suelen sentir que todo
ya pasó y desean reiniciar su vida laboral y social. De vez en cuando pueden
recordar lo que le sucedió, pero desean por encima de todo sacar de su cabeza
esa amarga experiencia, y retomar pronto el rumbo normal de las cosas. Otras
personas pueden renunciar a los agotadores esfuerzos por mantener el control y
puede sobrevenir su derrumbamiento con sentimientos abrumadores, intensos y
contradictorios: pueden sentir alegría, agradecer que están vivos, y al mismo
tiempo rabia, indignación y tristeza por la humillación de la que fueron
objeto; miedo y angustia acompañados de un deseo de seguridad y tranquilidad;
soledad y desconfianza, en contraste con sentimientos de apego y confianza en
los demás; deseos de reiniciar su vida con optimismo,
y desgano por retomarla. Pasada
la etapa inicial donde se manifiestan intensamente y de diversas maneras las
emociones y los pensamientos reprimidos del cautiverio, el exsecuestrado y su
familia intentan retomar sus vidas de ”antes”, a pesar de lo duro y doloroso
que ha sido para ambos esta situación. En este punto, tanto los familiares como
la persona que estuvo retenida, intentan “borrar” y empezar de nuevo todo lo
que había quedado suspendido abruptamente. Unos y
otro desean olvidar el sufrimiento, pero olvidar este sufrimiento no siempre es
lo mismo para todos. Muchas veces en este punto se originan cambios y reacciones
que al parecer, no tienen que ver con el secuestro en sí mismo. Suele
ocurrir que cuando la
persona exsecuestrada
retoma su antiguo rol y habitual forma de funcionamiento, discrepa y
resiente las expectativas familiares, o al contrario, cuando la familia retoma
su funcionamiento habitual discrepa con las expectativas del exsecuestrado. Con
frecuencia la familia
espera que una experiencia
tan dolorosa, modifique
algunos
comportamientos, o actitudes que antes del secuestro eran
motivo de molestia o conflicto (“ Ojalá deje fumar y tomar trago”,
“Ojalá se vuelva más pendiente de nosotros”), o por el contrario cambie
aspectos que brindaban estabilidad y satisfacción (“será
que ya no va a ser tan alegre y cariñoso como antes”) De modo
paralelo el exsecuestrado puede percibir cambios en la forma de actuar
de todos o alguno de sus familiares. Puede ver por ejemplo, que su esposa
o hijos se han vuelto más independientes y seguros, a
pesar del
tormento que
padecieron durante su ausencia.
En
cualquiera de todas estas circunstancias es difícil determinar con anticipación
si estas expectativas se pueden ver frustradas o no. Lo que se ha observado es
que las familias que muestran un mayor grado de expectativas y de temores con
relación a los cambios que puede sufrir el cautivo, son familias que viven la
incertidumbre y el tiempo de espera, de una manera mucho más angustiosa. De
todos modos es de esperar que una experiencia tan intensa y avasalladora,
provoque cambios tanto positivos como negativos en unos y otro, aún cuando no
se puedan determinar con anticipación. Estos cambios posibles sólo se hacen
evidentes cuando se vuelve a la normalidad.
¿Y
cuáles son los principales cambios? El
secuestro trae cambios de todo tipo: van desde la pérdida de la vivienda misma,
del desempeño laboral, profesional, del protagonismo familiar, social y, hasta
el cambio de ciudad e incluso de país. En las
relaciones familiares se suelen presentar modificaciones en los roles, en la
toma las decisiones, en la comunicación, etc. Aparecen frecuentes dudas
en torno al manejo de la negociación, a la seguridad de todos o algunos
de sus miembros y temor a repetir esta dolorosa experiencia. La familia se ve
avocada a pensar en el rumbo que van a tomar sus vidas dentro de un ambiente
social cargado de violencia e inseguridad.
En las
relaciones interpersonales se presenta un desajuste general por las variaciones
en el estado de ánimo del secuestrado y en el manejo de la agresión.
Oscila entre la tristeza, la rabia, la irritabilidad y la desconfianza. La
rabia cobra gran intensidad y surge como respuesta al sometimiento y a la
impotencia de las cuales fue víctima el secuestrado –contra los que no pudo
siquiera protestar–, a las frustraciones impuestas por el medio y a la
injusticia cometida contra él y su familia, y por la cantidad de dinero que había
trabajado con esfuerzo y se llevaron los delincuentes en “tan poco” tiempo. La
rabia empieza a descargarse con las personas más cercanas, que se encuentran en
el dilema de no saber cómo actuar. Surge contra la situación misma y se dirige
contra el estado y contra las instituciones por su ineficacia ante los grupos
delictivos. ¿Qué
requiere el exsecuestrado en estos momentos ? Ajustarse
a los sentimientos que van apareciendo y al nuevo estilo de vida con todas las pérdidas
que implica, no es tarea fácil; la persona requiere de una buena red de apoyo
familiar y de atención psicológica para entender, comprender y poder expresar
sus vivencias sin ser recriminada, juzgada o victimizada. Aunque
muchas veces no quiera hablar de lo ocurrido por temor a reexperimentar la
situación, necesita que la escuchen, repetir lo ocurrido e informarse de todo
lo sucedido durante el secuestro. Requiere
cuidado y comprensión pero no necesita sentirse tratado como un niño o un
enfermo. Es
importante que la persona pueda reconocer lo que le está sucediendo y entienda
tanto racional como emocionalmente cuáles son sus reacciones y las causas de
estas, que surgen como respuesta a un evento avasallador. Tales sentimientos,
comprendidos y manejados con ayuda profesional, pueden ser superados. De la
preparación y comprensión de la familia para asumir esta crisis, y del apoyo y
de la ayuda con que el secuestrado cuente para comprender y manejar su propia
experiencia interna, depende en gran parte la superación final de este evento
traumático. ¿Qué
requiere la familia? La
familia a su vez, ha vivido su propia tragedia y
sus recursos emocionales y físicos también se encuentran minados y sus
problemas cotidianos, exacerbados. Son muchas las familias que han tenido que
sacar fuerzas de donde no las tienen para seguir solas, desorientadas,
abandonadas en su lucha para ayudar al secuestrado y ayudarse a sí mismas a
construir una nueva vida. El
grupo familiar al igual que la persona que regresa necesita expresar sus
sentimientos de dolor, rabia, culpa e indefensión que predominan con frecuencia
durante la espera. La familia como un todo requiere despejar dudas,
evacuar temores y aclarar expectativas que surgen con la ausencia de la persona
y con su regreso. No se puede
presumir que todo marche bien si la familia no ha desalojado de su espacio
interior, toda la tensión y angustia que tuvo que resistir por un
período de tiempo indefinido. La psicoterapia para la familia puede ser una forma
eficaz para aliviar toda la tensión que produce esta traumática situación, y
favorece una adecuada asimilación de esta experiencia.
¿Cuándo
se puede hablar de que esta situación traumatiza o enferma a las personas?
El secuestro no pasa inadvertido para quien lo
vive, ni para la familia; queda como una huella, con la que se tiene que
aprender a vivir. Asimilar las heridas y el dolor que produce este evento, es un
proceso lento e implica la mayoría de las veces, aceptar que no se vuelve a ser
el mismo de antes. A veces el tiempo y otros elementos esenciales como
el afecto, la expresión de sentimientos, la comunicación y el descanso, van
sanando las heridas que deja el secuestro. Otras veces se observa
que inevitablemente el secuestro “paralizó” y “atascó” el desarrollo y
la adaptación de los individuos y sus familias, a pesar de los esfuerzos que
realizan por “normalizar” sus vidas. En estos casos es cuando se habla del “ trauma”
producido por el secuestro, y se puede detectar: a) Cuando las sensaciones
de “atasco” o
“estancamiento”, cobran fuerza en todas las esferas de la vida individual,
familiar, social, moral, política, etc. b) Cuando ha pasado algún tiempo (más o menos de
cuatro a seis meses), y la persona
que estuvo cautiva continúa presentando las reacciones y altibajos
anteriormente descritos, o se manifiestan con mayor intensidad y frecuencia. ¿Qué
factores influyen para que se presente o no el trauma psicológico?
Existen algunos factores que influyen notablemente
para que se presenten o no síntomas de trauma psicológico que varían de
acuerdo a cada persona y situación particular. Los factores más claramente determinados son:
1° Las condiciones físicas y emocionales del
cautiverio. Es decir el trato que le dieron los secuestradores al secuestrado y
las circunstancias específicas que rodearon el secuestro. 2° Los recursos previos de personalidad. O
sea la forma en que la persona se
ha relacionado con el mundo, su temperamento, sus recursos intelectuales, sus
creencias, sus valores, la forma previa de resolver conflictos, su expresividad,
su autoestima, sus proyectos hacia el futuro, etc. 3° La edad. Dependiendo de la edad y de las
expectativas con relación al futuro, las personas tienden a sobreponerse con
mayor o menor rapidez. Se ha observado sin embargo, que a menor edad el impacto
psicológico es mayor y puede producir severos traumatismos. 4° Las redes de apoyo afectivo y social con que
cuente el individuo y la familia, es decir los recursos sociales, amigos,
instituciones, etc, capaces de dar ayuda y sostén a los procesos de reajuste y
readaptación. ¿Qué
se recomienda hacer en estas circunstancias?
En estas circunstancias se hace inminente solicitar
la ayuda profesional especializada, y es importante que acudan a psicoterapia
tanto el individuo que manifiesta el “trauma”, como el sistema familiar del
cual forma parte. NO TE OLVIDES DE CONECTARTE A "PUBLICAR AQUÍ" Y ENVIARME TU ARTÍCULO!! Inicio Antecedentes Consecuencias Estructura Familiar Duelo Autores Artículos Operativo Leyes El Secuestrado Estadísticas Negociación Secuestrador Enfermedades Violencia Links Bibliografía Síndrome de Estocolmo Prevención Secuestro Express Publicar!
DISEÑO DE PÁGINA: MARIA FERNANDA URIBE Saturday, 22 de September de 2001 |